Uno de los “matrimonios” contra natura más famosos que nuestro bizarro sistema político nos ha mostrado fue el de AMLO -Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal- con el empresario y mega millonario Carlos Slim.
Las razones en ese entonces eran las de darle una chaineada al Centro Histórico -¡qué mucha falta le hacía!- donde Slim donó muchísimo dinero (váyanse a saber a cambio de qué). Gracias a ello esa parte de la ciudad recobró el esplendor de otras épocas.
Desde esos entonces la dupla Slim-López Obrador, aunque no era de amor declarado, por lo menos era de mutua conveniencia. El Jefe de Gobierno supo hacer caravana con ese ostentoso sombrero ajeno.
Es el tema del aeropuerto el que ahora viene a ponerse entre ambos. Según informan algunos trascendidos Slim ya le había mandado decir a López Obrador que no se metiera con el proyecto ya que era de suma importancia estratégica para el futuro del país.
Ahora que llegó el rompimiento, con una maratónica conferencia por parte del millonario donde daba diversas razones para no parar el proyecto, el candidato declaró que a Slim “lo mandó el gobierno” para luego espetarle: “qué lo construya con su dinero”.
Precisamente ese es el problema: Varias empresas de Carlos Slim tienen intereses en aeropuerto: Grupo Financiero Inbursa adquirió 43% de los certificados del Fideicomiso de inversión especializado en Infraestructura.
De la misma manera, Cicsa que es el brazo de infraestructura del conglomerado de Slim, se quedó con de los contratos más jugosos de este proyecto, ya que está construyendo el edificio terminal de la mano con ICA.
Así que, ya sabemos, cuál es el verdadero interés del empresario que, de paso, es el mexicano más rico del mundo y su fortuna siempre se encuentra entre las cinco primeras del orbe.
El problema aquí radica en que Slim también tiene mucho poder y que, con tal de ver sus proyectos finalizados (y cobrados), podría ser capaz de influir en el proceso electoral.
Lo veremos al tiempo.